diumenge, 26 d’abril del 2009

Tengo un plan contra el paro

Ramón Cotarelo
Los datos del paro que se hicieron públicos ayer, más de cuatro millones de desempleados, son estremecedores y han dejado al país conmocionado. Dice el Gobierno que no hay que hacer vaticinios apocalípticos. Sin duda. Pero mucho menos quedarse tan panchos como si aquí no pasara nada. Y no es este Gobierno -que hace menos de ocho meses llamaba "ralentización" a la crisis más grave del capitalismo desde 1929 o antes- el indicado para hacer recomendaciones porque está claro que no sabe por dónde sopla el viento. Como todo el mundo, por otro lado, incluidos los más afamados analistas, economistas, pronosticadores, futurólogos, responsables de organismos internacionales y demás charlatanes. Escuchar ayer a la señora Salgado vicepresidenta segunda del Gobierno decir con cara de padecer úlcera sangrante que "en ningún caso se llegará a los cinco millones de parados" era para mesarse los cabellos, llorar o liarse a mamporros. ¿De dónde saca esta respetable dama esa seguridad? ¿Qué datos la avalan? Habló de datos, sí, pero ¿cuáles? Y si, dentro de algunos meses llegamos a los cinco millones, esta señora ¿se irá a su casa o pronosticará que en ningún caso llegaremos a los seis millones?

Y la oposición no está mejor. El inefable señor Aznar ya ha dicho que, con él, esto no hubiera pasado. ¿Por qué no? Porque es él, claro. Sin comentarios. Y su ungido, el señor Rajoy, asegura que el PP tiene las ideas y fórmulas para resolver este pavoroso problema con la misma base que el Tarzán de las Azores para decir lo que dice.

Nadie sabe nada. Todos los vaticinios han fallado y, a medida que se hacen los nuevos, vuelven a fallar. Nadie tiene una explicación aceptable para la crisis, como señalaba ayer mismo Justo Zambrana en un magnífico artículo en El País, titulado Crisis: ¿no será la distribución de la riqueza? y que es lo mejor que llevo leído sobre este tema en el último año. Zambrana señala que no hay explicaciones teóricas de la crisis, habiendo fallado las neoclásicas y las keynesianas y él propone una muy convincente, la que apunta en el título: el aumento bestial de las desigualdades entre salarios y beneficios de capital en las economías industriales y la desigualdad entre países ricos y países pobres. Pero la brillante explicación de Zambrana es eso, teórica, y no arbitra a medio alguno para remediar esa lamentable situación.

Eso es precisamente lo que me propongo hacer modestamente aquí: exponer un plan para remediar el desempleo y salir de la crisis. Un plan práctico, realizable si, como siempre, hay la voluntad política de ponerlo en marcha. No se trata de una reacción apocalíptica. Si se quiere, nos esperamos a los cinco millones de parados pero me parece que si lo fuéramos preparando ya, tendríamos tiempo ganado. El plan se basa en tres puntos esenciales: a) reconocer que la situación es de emergencia y que hay que hacer algo excepcional; que, sin ánimo de ofender, el Gobierno está desbordado por la situación; b) poner en marcha mecanismos excepcionales de solidaridad que es lo único que puede sacarnos del atolladero; c) entender que el drama que viven cuatro millones de trabajadores, quizá cinco a la vuelta del verano, no va a resolverse suprimiendo las prestaciones por desempleo, abaratando los despidos o aplicando otras fórmulas depredadoras ni tampoco adoptando medidas drásticas e injustas como expulsar inmigrantes u (cosa que aún no se ha oído esta vez pero en la última crisis del año noventa y dos sí se escuchó) obligar a las mujeres a regresar a los hogares y dejar el trabajo a los hombres. Tampoco va a resolverse con otra fórmula que también se barajó en la citada crisis pasada de repartir el trabajo que hay. Sólo se solucionará generando nuevos puestos de trabajo para los parados. Dando la caña para pescar; no regalando el pescado.

Parto del supuesto de que el Estado necesita más recursos para hacer frente a las prestaciones, los programas sociales, las políticas de rescate y las imprescindibles inversiones públicas. Esos recursos sólo pueden venir hoy de la población. Somos el conjunto de los ciudadanos quienes hemos de comprender que nuestra solidaridad con los cuatro millones de desempleados debe manifestarse a base de poner a disposición del Estado los recursos extraordinarios que éste precisa. ¿Cómo? Aceptando un impuesto extraordinario, progresivo y universal sobre la renta y los beneficios del capital. Quedarían exentas las rentas más bajas (mileuristas, familias a las que no les llega, etc) y podría empezar en cotas moderadas de un cinco por ciento, (o lo que se considere), para ir luego creciendo en relación proporcional a los ingresos; que paguen más, bastante más, los que más tienen. Esta exacción única, excepcional (de momento; si ha de prolongarse, habrá que hacerlo), que equivaldría en realidad a una reducción de los ingresos reales de todo el mundo, pondría en manos del Estado un volumen dinerario que éste usaría para generar puestos de trabajo, reinsertar a los parados en el mercado laboral y fortalecer la demanda. Es una manifestación de solidaridad práctica con esos compatriotas que están pasándolo mal; solidaridad activa; nada de caridad. Es que nos sacrifiquemos todos, cada cual en proporción a sus posibilidades, y arrimemos el hombro.

Aumentar los impuestos (con carácter único y excepcional, aunque luego, insisto, ya se valoraría) sí señor, digan lo que digan los neoliberales y los sociatas achantados ante ellos. Es la única medida realmente solidaria y de izquierda que se puede y se debe tomar porque, entre otras cosas, no podemos seguir sin hacer nada, esperando que un Gobierno a todas luces desbordado resuelva un problema que lo tiene acogotado y sería una grave irresponsabilidad abrir ahora un incierto periodo electoral que, en el mejor de los casos, duraría cinco o seis meses más, y eso si las cosas no se quedan como están. Es decir, no es el momento de hacer política de partido, sino de Estado. Por ello propongo asimismo que la medida se apruebe en el Parlamento, que es en donde hay que aprobarla, y sea respaldada por un Gobierno de unión nacional, también excepcional, en el que estén representados todos los partidos políticos y, desde luego, los dos mayoritarios. Tiempo habrá, una vez salidos de esta crisis atenazante, de volver a la batalla partidista y al tú más o tú menos, a ponerse medallas y quitárselas al adversario.

De Palinuro

diumenge, 1 de febrer del 2009

Xavier Sala Martin

Cuando las cosas iban bien . 17/08/08

Por fin el gobierno de España ha aprobado un paquete de medidas económicas contra esa crisis económica que, según el presidente Rodríguez, no existe. Ahora bien: si no hay crisis, ¿a qué vienen las medidas? Supongo que a los ministros les debe entrar un sudor frío cuando piensan en lo que pasará el 31 de Agosto, cuando el último turista vuelva a su casa y lo comparan con lo que pasó el día que el último turista abandonó Barcelona después del glorioso verano olímpico de 1992. Esa comparación les ha hecho tan poca gracia que han adoptado 24 medidas preventivas. La pregunta es: ¿solucionarán el problema esas medidas? Claro que una pregunta previa es: ¿cuál es el problema que se intenta solucionar?

En mi opinión, la economía española ha arrastrado no uno sino dos grandes problemas durante los últimos años: el excesivo peso de la construcción y la falta de productividad. Los continuos aumentos de precios de la vivienda hicieron que millones de familias compraran inmuebles a modo de inversión Recuerden lo que decían convencidos: “a diferencia de la bolsa, el tocho no baja”. Para satisfacer toda esa vorágine de familias disfrazadas de maligno especulador, las constructoras construyeron y construyeron hasta convertirse en principal motor de la economía del país. El 19% del empleo creado durante la última década era de la construcción (en Estados Unidos, la cifra sólo era del 4%) cosa que comportó una peligrosa concentración económica en un negocio que sabíamos que se paralizaría en cuanto los precios dejaran de subir. Y la burbuja se desinfló. Y el motor se paralizó.

El segundo y quizá más preocupante problema es el gargantuesco déficit exterior: España compra 100.000 millones de euros más de lo que vende y eso representa el 9,4% del PIB. Ese déficit exterior es, junto con el griego, el más grande de Europa y casi dobla el tan criticado déficit exterior de los Estados Unidos que sólo llega al 4,8% del PIB.

Para entender por qué el déficit exterior es preocupante permítanme una pequeña lección de economía: el déficit exterior es la diferencia entre la demanda y la oferta. Cuando una economía consume (o demanda) más recursos de los que produce (u ofrece), la diferencia tiene que ser comprada en el exterior. A eso se le llama déficit. Si, por el contrario, la economía produce más de lo que la gente del país compra, la diferencia debe ser vendida en el exterior y eso se llama superávit. El hecho de que la economía española tenga uno de los déficits exteriores más grandes del planeta tierra (y seguramente uno de los más grandes del sistema solar) quiere decir que o bien España compra demasiado o bien vende demasiado poco.

¡Y no! No vale decir que no es que España compre demasiado sino que, al tener que importar todo su petróleo, la factura de importaciones se ha disparado con el aumento del precio del crudo. Eso puede ser verdad… pero no explica por qué España tiene un déficit galáctico y no lo tienen otros países que también importan su petróleo como Alemania, Austria, Finlandia, Holanda, Suecia o Suiza, que no tienen déficits sino superávits de 6,4%, 2,9%, 4,5%, 5,9%, 7,9% y 13,9% del PIB respectivamente.

Si el déficit es la diferencia entre demanda y oferta, es obvio que sólo hay dos maneras de eliminarlo: reducir la demanda o aumentar la oferta. De cajón. Reducir la demanda en un 9,4% del PIB quiere decir que familias, empresas o gobierno tendrán que gastar menos. Eso implica una recesión económica catastrófica. No es lo que persigue el gobierno. Supongo. Ahora bien, si no quieren reducir la demanda, la única alternativa es aumentar la oferta haciendo que las empresas produzcan más con los mismos recursos. Es decir, “aumentando la productividad”. Problema diagnosticado y aquí es donde quería llegar. La pregunta clave es: ¿contribuyen las medidas adoptadas por el consejo de ministros a aumentar la productividad? Pues algunas, claramente, no. Destinar 10.000 millones a impulsar la vivienda protegida no sólo no aumenta la productividad sino que es un intento burdo de salvar a empresas constructoras en un momento en el que España debería reducir el peso de la construcción en el global de su economía. En el mismo sentido, las regulaciones medioambientales sobre energías renovables y lucha contra el cambio climático tampoco aumentan la productividad sino más bien al contrario.

Por otro lado, las propuestas de reducción de la fiscalidad –como la supresión del impuesto sobre el patrimonio-, el fomento de la competencia en transporte de mercancías por ferrocarril, el reforzamiento de la independencia de los reguladores, la flexibilización de la ley de arrendamientos y, sobre todo, la agilización de trámites para la creación de empresas, son medidas que, a medio plazo, sí contribuirán a la productividad.

El problema de esas medidas es que se quedan cortas. Para aumentar de verdad la competividad empresarial es urgente incrementar la calidad del capital humano a través profundas reformas educativas, introducir más meritocracia en el empleo, fomentar la innovación sin confundirla con gasto en I+D, flexibilizar las mentes de los jóvenes para que sean más movibles sectorial y geográficamente y sean menos burócratas y más emprendedores, y seguir reduciendo los enervantes obstáculos burocráticos. Todas esas medidas son importantes. Pero claro, son tan importantes, que no deberían haberse tomado en un urgente consejo de ministros del mes de Agosto. Deberían haberse tomado antes. Mucho antes. Cuando las cosas iban bien.
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Neo-intervencionismo .17/11/08

Parece que se ven luces al final del túnel de la crisis. Lamentablemente, se trata de los faros de un camión que viene de cara. Un camión conducido por Sarkozy y un grupo de políticos neo-intervencionistas, con Rodríguez Zapatero de polizonte, que dicen querer “refundar” el capitalismo.

Dejando de lado el hecho de que el capitalismo ni lo fundan ni lo refundan los políticos sino los millones de ciudadanos que tomamos decisiones libres diariamente (ésa es la gran diferencia con aquellos sistemas económicos fracasados que fueron creados desde el estado), los neo-intervencionistas operan bajo dos premisas falsas: La primera es que la crisis financiera ha sido causada por la falta de regulación. En el artículo Crisis (1): Qué ha pasado (LV 13 de Octubre), expliqué que las causas deben ser buscadas en la política monetaria de bajos tipos de interés de Greenspan en el 2001, en la intromisión del congreso norteamericano que indujo a entidades semi-públicas como Freddie Mac y Fannie Mae a asegurar créditos a familias subprime y a una regulación financiera , basada en la convención de Basilea, que permitía a los bancos crear entidades paralelas, los “conduits”, con balances separados (cosa que permitió a los bancos multiplicar los créditos concedidos de manera ilimitada) y que obligaba a los bancos a sacarse los créditos de encima cuando el valor de sus garantías bajaba, cosa que provocó la espiral negativa de ventas y caídas en bolsa. La crisis, pues, no fue causada por falta de regulación. La regulación existía y existe pero, no sólo no ha evitado la crisis sino que ha contribuido a generarla y agravarla.

La pregunta clave es: ¿por qué ha fallado la regulación existente? La respuesta es que los políticos que escriben las reglas son incapaces de prever por dónde vienen las crisis. Es muy fácil criticar al entrenador el lunes por la mañana. Y es muy fácil ahora reescribir las normas de Basilea, obligar a que las contabilidades de los bancos y los “conduits” se hagan de manera conjunta, forzar a que la valoración de capital no se haga a valor de mercado para no obligar a vender cuando la cotización baja. El problema es que todo eso será demasiado tarde para solucionar la crisis del presente… y no resolverá las del futuro. Porque las próximas crisis ni van estar causadas por familias subprime, ni van a tener que ver con “conduits” o “credit default swaps”. ¿Por dónde van a venir? Pues no lo sé. Nadie lo sabe. ¡Ése es el problema!

La segunda premisa es que los neo-intervencionistas piensan que se puede evaluar la bondad de un sistema económico analizando sólo las crisis e ignorando sus aspectos positivos. El sistema económico que se quiere reformar ha dado lugar el crecimiento económico mundial más espectacular de la historia. Desde Estados Unidos hasta China, pasando por India, América Latina e incluso África, ese progreso económico sin precedentes ha permitido reducir las tasas de pobreza como nunca antes había sucedido en toda la historia de la humanidad.

Si no se tiene en cuenta la parte positiva, corremos el riesgo de que los neo-intervencionistas “refunden” el capitalismo para evitar crisis pasadas, que no lo consigan y que, en el proceso, se carguen algunos los motores del progreso. Y es que la razón principal que explica el fuerte crecimiento de los últimos años es la innovación llevada a cabo por miles de pequeños emprendedores cuyas ideas debían parecer locuras antes de hacerse realidad: desde Microsoft hasta Intel, pasando por Google, Starbucks, docenas de empresas de telefonía móvil o Youtube, las ideas de todos esos emprendedores debían parecer tan “excéntricas” que ningún banco tradicional las hubiera querido financiar. Gracias a Dios, además de bancos tradicionales el sistema había creado instrumentos que permitían financiar empresas de alto riesgo, y eso posibilitó el progreso tecnológico.

Un micro-cosmos que refleja las ventajas e inconvenientes de la regulación lo tenemos en España, cuyo sistema financiero ha sido alabado por su rigidez reguladora. Sí. Es cierto que el Banco de España impidió a los bancos comprar activos tóxicos, cosa que evitó el contagio procedente de Estados Unidos. Pero también es cierto que no previó que la crisis en España llegaría por otro lado y permitió que los bancos se expusieran exageradamente al sector inmobiliario… y ahora eso lo van a pagar. Es más, la extrema prudencia impuesta al sistema financiero contribuyó a que la tasa de innovación en España fuera preocupantemente baja al no poder asumir los riesgos necesarios para financiar nuevas y arriesgadas tecnologías. Dicho de otro modo: si Sergey Brinn y Larry Page hubieran sido españoles, Google nunca hubiera sido una realidad porque ningún banco español hubiera financiado una idea tan aventurada. España ha podido disfrutar de progreso tecnológico única y exclusivamente porque ese progreso tuvo lugar en el extranjero. Si no fuera por ello, España estaría anclada en 1970. Y, si como algunos proponen ahora, todo el mundo tuviera el sistema financiero español, quizá hubiéramos evitado la crisis de las subprime, pero el mundo entero estaría anclado en 1970. Y eso hubiera sido muy malo.

La crisis financiera será pasajera, pero sus secuelas pueden ser catastróficas y permanentes si dejamos que la batalla intelectual sea ganada por los políticos que conducen ese camión que nos viene de cara y que aprovecharán la ocasión para imponernos sus fobias antiliberales sin tener en cuenta los peligros del neo-intervencionismo.
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Crisis Financiara .
11/01/09

Por mucho que el gobierno dé las culpas a la situación financiera internacional, la crisis española es made in Spain. Cuando España era un país pobre, basó su crecimiento en productos baratos porque los salarios y, por lo tanto, los costes de producción eran bajos. A medida que crecía, los salarios subían y la competitividad desaparecía. Al no poder competir vendiendo productos más baratos que los demás, España tenía que innovar. Pero nunca lo hizo. En lugar de ello, intentó perpetuar la situación contratando a inmigrantes pobres, cosa que no hacía más que retardar las reformas: gracias a que los inmigrantes aceptaban salarios miserables, las empresas no tenían incentivos a invertir en tecnología o transformarse hacia actividades de mayor valor añadido.

La burbuja inmobiliaria también contribuyó a que no se hicieran reformas. Por alguna razón se generalizó la idea de que la vivienda era una inversión segura (“el ladrillo nunca baja”, decían, ¿lo recuerdan?) y todo el país se dedicó a comprar casas. Eso hacía subir el precio lo cual, además de “confirmar” aquello de que el ladrillo nunca baja, incentivaba a constructores a edificar como locos. Entre un 15 y un 19% del crecimiento español llegó a depender de la construcción (el 4% en EEUU). El problema es que ese crecimiento sólo se podía mantener si los precios seguían subiendo y la histeria colectiva que los hacía subir tenía que llegar algún día a su fin. Y al final, eso fue lo que pasó, el ladrillo dejó de ser una buena inversión, la gente dejó de comprar, las constructoras e inmobiliarias dejaron de contratar y, ahora, y una parte importante del PIB va a desaparecer.

¿Qué tiene que ver eso con la falta de innovación?: ¡la complacencia! Mientras las cosas iban bien, nadie veía la necesidad de llevar a cabo las dolorosas reformas que habrían fomentado la innovación. Pero ahora que ha acabado el boom de la construcción: ¿exactamente qué producirá España? Silencio sepulcral.

La monumental borrachera de la construcción ha dejado dos resacas importantes. Por un lado, una deuda inmobiliaria que ronda los 300.000 millones de euros (¡el 27% del PIB!) Eso es un problema serio porque los ingresos de ese sector en la actualidad son casi nulos. En consecuencia, la banca (¡si!, esa banca tan segura gracias al gran sistema regulador español), se va a tener que quedar con viviendas, solares, edificios a medio construir, y ciudades fantasma en la Costa del Sol. Una parte será revendida… pero a precios de saldo. Si, siendo optimistas, recupera el 66% en términos reales, el agujero final será de unos 100.000 millones de euros. Casi el 10% del PIB.

Por otro lado, ha quedado un déficit exterior que también ronda el 10% del PIB. Simplificando, el déficit es la diferencia entre la demanda y la oferta agregadas: si la gente quiere comprar (demanda) más de lo que produce (ofrece), la diferencia debe ser comprada en el extranjero. Visto así, el déficit sólo se puede corregir de dos maneras: disminuyendo la demanda o aumentando la oferta. Así de simple. El problema es que reducir la demanda quiere decir que familias, empresas y gobierno gasten un 10% menos. Es decir, una recesión económica del 10% del PIB relativo al potencial. No sabemos si esa caída se producirá durante el 2009 –como Indonesia en 1997 o Argentina en 2000- o si habrá una caída más lenta pero mucho más larga –como ocurrió en Japón entre 1990 y la actualidad. Pero de un modo u otro la caída ocurrirá… a no ser que aumente la oferta. Es decir, que aumenten la productividad y competitividad empresarial.

Lo que nos lleva a las medidas de política económica. Si el gobierno quiere evitar una catástrofe, debe concentrarse en el fomento de la productividad. No hay alternativa. Para ello debe llevar a cabo tres tipos de acciones. Primero, hay que liberalizar rápidamente la oferta: reducir costes burocráticos, eliminar regulaciones caprichosas o rebajar costes fiscales relacionados con la producción, contratación e inversión.

Segundo, si se quieren tomar medidas de “corte keynesiano” para luchar contra la crisis, seleccionar aquellas que tengan un mayor efecto sobre la productividad. Ejemplos: (1) una política fiscal expansiva a base de reducción de impuestos que hagan a las empresas más competitivas hoy es mejor que un aumento del gasto público que conlleve mayores cargas fiscales futuras; (2) Cuando se escoja entre diferentes tipos de infraestructuras, que se elijan las que generen mayor competitividad e innovación; (3) Antes de rescatar o ayudar a un sector, que se pregunte si es un sector de futuro o de pasado o si se instaló en España porque buscaba salarios bajos; (4) En lugar de buscar gasto público adicional, que el gobierno considere pagar las deudas que tiene con miles de empresas que viven financieramente ahogadas por culpa de su perniciosa y pertinaz morosidad.

Tercero, deben empezar a introducirse aquellas reformas que no van a tener efectos a corto plazo pero que son fundamentales para la competitividad a la larga. Entre ellas, la transformación del sistema educativo para fomentar la creatividad y el espíritu emprendedor de los jóvenes, la transformación del sistema financiero para que sea capaz de financiar proyectos de innovación o la erradicación de los excesos intervencionistas en sectores clave.

La hecatombe económica puede y debe ser evitada. Sólo es cuestión de que el gobierno abandone el comportamiento. errático demostrado en 2008 y haga las cosas bien. La hora de la verdad ha llegado a España

De La Vanguardia

La realidad muerde

Germa Bel. 09/12/08
Los alegatos contra la falta de liquidez que oprime a la economía han amainado, después de que en la reciente subasta de activos del Tesoro quedase más de la mitad de los fondos sin asignar. El problema fue, sobre todo, que para muchos interesados el tipo de interés (precio del dinero) exigido fue demasiado alto. Es decir, el subsidio público ofrecido no era bastante grande. Y como cuando algo no es escaso, el precio debe bajar. Los analistas más perspicaces han podido comprobar que el problema es mucho más de solvencia que de liquidez. Otro mordisco de la realidad: contra lo que podía parecer dado el ruido imperante, el volumen de créditos concedidos por el sistema financiero en los últimos doce meses ha crecido, aunque es verdad que a tasas inferiores a las de años previos. Esto es compatible con que algunos sectores -como la construcción- reciban menos. Pero eso no significa que haya menos liquidez global, sino que la insolvencia en esos sectores ha crecido mucho, tras una época feliz e insostenible. ¿Quién va a correr con el riesgo de (re) financiar proyectos que -con gran probabilidad- están abocados al fracaso?

Por supuesto, subsisten voces potentes, con poder económico e influencia política, que insisten en la tesis de la liquidez para justificar líneas de ayudas. Temo que en muchas ocasiones tales apelaciones buscan dar oxígeno a proyectos empresariales insostenibles que se fundamentan en planes de negocio basados en gran endeudamiento a un coste muy bajo que no volverá. ¿Qué hacer? Contra lo que a veces se sostiene, en casos como estos puede ser preferible pagar prestaciones por desempleo que subvencionar la continuidad artificial de empleos. Primero, porque mantener artificialmente un puesto de trabajo puede ser bastante más costoso que pagar una prestación por desempleo. Segundo, porque el empleo artificial dejará de existir cuando no sea viable seguir con los subsidios. De hecho, hay ya estimaciones muy serias que sitúan por encima del 8% del PIB el déficit en España para el 2010, dados los compromisos adquiridos y el efecto de los estabilizadores automáticos.

Por supuesto, los gobiernos deben aumentar su activismo fiscal. Obras públicas que sean necesarias -e intensivas en mano de obra- y transferencias de rentas a los ciudadanos en peor posición -los más afectados por la crisis- son propuestas razonables en este momento. Pero sería deseable evitar la tentación de los subsidios a todo tren, sea bien por hiperactivismo gubernamental, o bien por la capacidad de persuasión de sectores con mucho poder de negociación e influencia. Desde luego, no es nada fácil acertar con las medidas que mejor ayuden a salir de la crisis. Pero el conflicto distributivo sobre el reparto de los sacrificios de la crisis (y el pago futuro de sus costes) no debería saldarse en contra de los más débiles, que son quienes recogieron menos beneficios en la época de vacas gordas.

De La Vanguardia

Capitalisme sense capital?

Ramon Tremosa i Balcells
Eurodiputat per CiU

Mai com ara no hi ha hagut tanta liquiditat (diner en efectiu) injectada pels bancs centrals al sistema bancari i mai com ara no hi havia hagut tanta liquiditat congelada o petrificada als balanços dels bancs i de les caixes. Ja sigui atresorada a les caixes fortes del sistema bancari, per reforçar-ne la solvència,o bé esmerçada a comprar actius a les empreses immobiliàries a les quals han prestat diners, per evitar-ne la fallida, ara resulta que no hi ha prou liquiditat per renovar crèdits ja existents a moltes petites i mitjanes empreses solvents del país. Si als anys vuitanta molts bancs espanyols es van empassar grans indústries en fallida, la lenta digestió de les quals va fer molt més llarga la sortida de la crisi econòmica, ¿els bancs i les caixes estan fent el mateix amb la construcció? ARA TOTS HEM DE CÓRRER A RESCATAR la constructora Sacyr de Luis del Rivero, l’amic de Zapatero, per evitar una suspensió de pagaments cantada (18.000 milions de deute acumulat)que arrossegaria principalment el Banco Santander (1.154 milions) i Caja Madrid (933milions). Del Rivero va venir en plena cresta de l’onada al Cercle d’Economia a explicar als empresaris catalans quehaviacompratun20%de Repsol sense tenir un euro, tirant-los en cara la seva prudència malaltissa i la seva por provinciana al palanquejament ( deute en relació als fons propis); nova dir, però, que sense un Estat com a xarxa de protecció no es pot fer d’empresari trapezista. Avui Sacyrexigeixvendreelseu20%deRepsol al preu que va pagar, 27€ per acció, quan Repsol va tancar dimarts a 14€, sense assumir cap pèrdua en el seu balanç. I se senten veus al PSOE que demanen que l’ICO o la SEPI compri el20%de Repsol per rescatar Sacyr, fet que comportaria retallar més inversions públiques i més polítiques socials que es regategen als catalans. ¿El govern català no té res a dir sobre això? Acciona, Sacyr i Endesa deuen més de 55.000 milions d’euros per les seves compres d’Endesa, Repsol i Iberdrola. I així, el nostre sector energètic es troba avui en una posició molt vulnerable i sense accionistes estables: coses que passen per lliurar l’energia del país als constructors per preservar-ne “l’espanyolitat”. Sort que a Madrid no són nacionalistes! Els catalans, però, avui estem dins d’una casa que pot caure’ns al damunt.
EL NOSTRE SISTEMA ECONÒMIC ES BASA en el crèdit bancari i per això ara la seva sobtada reducció està comportant conseqüències dramàtiques. El sistema financer, que canalitza l’estalvi cap a la inversió, s’ha col·lapsat en part. Els bancs i les caixes redueixen el crèdit per sobreviure i els Estats actuen desesperadament: assumint riscos molt alts per garantir que rutllin les economies posen en perill la seva solvència futura. L’estalvi fuig cap a la renda fixa tot i que la seva rendibilitat és molt baixa i per això baixa la borsa: no hi entren compradors. De diner per entrar-hi n’hi ha molt, sobretot en fons sobirans de països emergents, que saben
que el temps juga a favor seu.
Entre el 1929 i el 1932 es va produir una caiguda d’un 25% de l’oferta monetària (quantitat de diner) i d’un 25% del nivell de preus i la taxa d’atur va pujar del 3%al 23%. La disminució de l’oferta monetària no va provenir pas d’una reducció de la base monetària (bitllets i monedes), que va augmentar, sinó d’una crisi de confiança en el sistema bancari: les fallides bancàries van provocar retirades massives de dipòsits i el coeficient d’efectiu (efectiu en mans del públic en relació als dipòsits bancaris) va passar entre el 1929 i el 1932 del 17% al 41%. Per bé que els bancs centrals creen bitllets i monedes, aquesta base monetària només representa d’un 10 a un 15% de l’oferta monetària. Tota la resta és diner bancari, el diner que creen els bancs: no pas imprimint bitllets com havien fet sempre fins al segle XIX (quan els bancs centrals públics en passen a monopolitzar l’emissió), sinó convertint molt ràpidament dipòsits captats en crèdits atorgats. I així una mateixa quantitat de bitllets pot, circulant molt ràpidament gràcies als eficients sistemes bancaris moderns, finançar moltes transaccions. Entre el 1929 i el 1932 el procés de creació de diner bancari, però, es va invertir: les retirades de dipòsits van provocar una caiguda dels crèdits que va reduir l’oferta monetària i van originar la deflació. A diferència dels anys 30 ara es rescaten bancs i es garanteixen dipòsits bancaris; avui, però, s’injecta, com als anys 30,més i més base monetària que no s’està convertint en crèdits ni arribant a les empreses. I si el crèdit cau perquè la confiança triga molt a restaurar-se també disminuirà l’oferta monetària.
L’ECONOMIA ÉS IMPREVISIBLE, PERQUÈ els homes també ho són. Cada dia milions d’empreses i de persones prenen decisions d’inversió i de consum impossibles de predir el dia abans. Fa sis mesos, per exemple, milions de persones a tot el món tenien previst de renovar el seu cotxe abans de final d’any.Ara s’estan ajornant moltes renovacions, perquè la crisi de confiança del sistema financer s’ha encomanat a l’economia real... Cal evitar de caure en el pou d’un capitalisme sense capital.

27/11/08
de l'Avui

dijous, 22 de gener del 2009

Tres

Àlex Gutiérrez

Tres diaris, tres editors, tres actituds diferents.

El Periódico. Antonio Asensio Mosbah va heretar el Grupo Zeta en la mort del seu pare, quan només tenia 18 anys. Era l’abril del 2001. Des d’aleshores, el grup va passar una primera etapa de confusió que ha acabat transformant-se en decadència i crisi aguda. El noi volia fer pel·lícules, així que va posar el grup en venda. No se’n va sortir: ningú en pagava el que ell volia. Ara s’enfronten a fer fora més de 500 treballadors, més d’una cinquena part de la plantilla.

El País. Fa cinc anys, Prisa era un imperi de marbre i titani, impossible de desbancar. Però la supèrbia els ha fet adormir sobre un llit de llorers i no van veure que la crisi i l’obsolescència del model podia convertir l’or en rovell en molt poc de temps. Certament encara tenen la ràdio més escoltada i el diari més venut, però al març han de pagar 1.950 milions de deute i no saben com fer-ho. Han intentat vendre Digital Plus, sense èxit, així que s’especula que potser s’hauran de desprendre d’actius més apetitosos, com l’editorial Santillana o la Ser. Si Jesús de Polanco no hagués mort al 2007, el grup estaria en aquesta tessitura? El seu fill va heretar també el regne i no ha sabut imprimir-hi el geni del seu pare.

La Vanguardia. Aquest haurà estat un any també difícil per a La Vanguardia: la crisi de la premsa afecta especialment els diaris grans i el de can Godó arrossegava tradicionalment una estructura de personal inflada que avui dia és insostenible. Han calgut mesures dures i la posada en marxa de la planta d’impressió va provocar una vaga molt dura i tensions increïbles entre l’empresa i els treballadors. (El motiu de la polèmica era que als treballadors de tallers se’ls segregava i passaven a una empresa de nova creació). En tot cas, el diari no només no està en venda, ni el grup planeja desprendre’s de cap actiu rellevant, sinó que fins i tot estudien invertir en treure una doble edició del rotatiu, en català i castellà. Javier de Godó és compte i gran d’Espanya, però segueix fent mitja vida al despatx. El seu fill Carlos viu també per al diari i gent d’allà m’explica que hi fa més hores que un rellotge.

Tres editors, tres fills d’editors, tres situacions diferents.

De la malla

dilluns, 12 de gener del 2009

Israel, la ley de Godwin y el talión

Ignacio Escolar
Se inventó para Internet, como enorme ágora, pero la ley de Godwin vale para cualquier debate: “A medida que una discusión se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno”. Mike Godwin, abogado y miembro fundador del grupo de ciberactivistas Fronteras Electrónicas, la formuló en 1990, en los primeros años de los foros de debate online de Usenet. Su ley era una buena pista para los moderadores de estos grupos de tertulia digital: cuando alguien sacaba a los nazis sin venir a cuento, había llegado el momento de hablar de otra cosa.

La ley de Godwin, sin embargo, no es sólo una gracieta estadística, como las tostadas de la ley de Murphy, ésas que siempre caen del lado untado de mantequilla. Godwin desmontaba así una falacia muy común, una trampa argumental. Cuando algo se compara con el mal absoluto, con el Holocausto, el debate inevitablemente termina, pues pasa a ser una discusión sobre el bien y el mal en términos superlativos. En realidad, Godwin reinterpretaba una expresión del filósofo Leo Strauss, que acuñó la expresión Reductio a Hilerum (reducción a Hitler) para desmontar una falacia similar: que cualquier cosa es mala si el mal absoluto –el nazismo– lo practica. Es un tipo de reducción al absurdo: si Hitler tomaba pan, es que el pan es malo.

Durante las últimas dos semanas, la Ley de Godwin se ha cumplido con aún más frecuencia de lo habitual en casi cualquier discusión. Es un recurso simple pues comparte protagonistas. Si los judíos, las víctimas de Hitler, ahora masacran Gaza, es que los judíos son ahora los nuevos nazis. Es una comparación falaz, no tanto porque sea extremadamente ofensiva para un pueblo que ha sufrido como pocos la historia reciente, sino porque, sencillamente, no es cierta. La democracia israelí, a pesar de cómo ha pisoteado Palestina durante décadas, no se puede equiparar al régimen nazi porque el mal absoluto no admite comparación. Pero sobre todo es una equivalencia injusta porque al igual que no todos los alemanes fueron nazis, no todos los judíos del mundo comparten las políticas del gobierno de Israel y, bajo una equiparación así, se esconde un más que sospechoso tufo antisemita: si los judíos son los nuevos nazis, es que los nazis tenían razón al exterminarlos.

Pero que el horror del nazismo no admita comparación alguna, no perdona por ello los horrores del gobierno israelí. Que los judíos sufriesen la maldad absoluta no hace bueno cualquier acto de Israel. Tras quince días de plomo, ni siquiera las frías estadísticas sirven para esconder la magnitud de la masacre. En la franja de Gaza, en sólo dos semanas, el ejército israelí ha matado a más de 800 palestinos. Según Israel, la mayoría de los objetivos son “militares” y la invasión se desarrolla con precisión quirúrgica, pero por lo menos una tercera parte de las víctimas son, con toda certeza, completamente inocentes: Israel ha asesinado ya a 256 niños. El número de mujeres palestinas muertas ronda el centenar. ¿Las bajas israelíes? 13 personas, de las que cuatro son civiles y nueve son soldados. De ellos, casi la mitad –cuatro- han caído víctimas del fuego amigo, víctimas de unos bombardeos tan “quirúrgicos” que hasta matan a sus propias tropas. Se mantiene así la proporción habitual tras décadas y décadas. Por cada israelí muerto, mueren siempre entre 80 y 100 palestinos. Por cada israelí muerto, matan entre 20 y 30 niños. Por cada israelí muerto, diez madres palestinas muertas. “Israel tiene menos bajas porque su tecnología militar es superior”, me dijo no hace mucho un diplomático israelí. Es una manera de verlo. Israel mata más porque puede. Y porque le dejan.

Tras quince días de muerte, la estadística más estremecedora es otra: el 90% de los israelitas está a favor de la operación militar. La nueva dama de hierro, Tzipi Livni –ministra de exteriores y candidata a primera ministra en las elecciones que, casualmente, se celebrarán justo dentro de un mes– es más popular que nunca.

La ministra de exteriores lidera la operación porque para ello, como bien repite parte de la prensa, estamos ante una guerra: un conflicto militar entre dos estados. ¿Es un estado Palestina o la franja de Gaza? Sólo cuando conviene. Es un estado para pagar con su vida en tiempo de guerra, pero no para decidir en tiempo de paz. Hamás es un grupo terrorista cuando interesa pero todos los palestinos responden por sus actos cuando se le reconoce, a fuerza de obuses, como el gobierno legítimo. Igual de asimétricos son los silencios de Obama, que se parapeta tras el “sólo puede haber un presidente” cuando preguntan por Gaza, pero receta cada cheque de las ayudas a la banca o al automóvil. Hay cosas que son urgentes, como la economía, y cosas que pueden esperar hasta la toma de posesión, como la vida y muerte de los palestinos. También es asimétrica la diplomacia europea, incluida la española, que pide paz con la boca pequeña mientras lanza indignados ultimátum contra Rusia por querer cobrar más por su gas: la calefacción es también más sagrada que la vida de los palestinos.

“Israel tiene derecho a defenderse”, repiten los partidarios de la masacre. Ese “derecho a defenderse”, ¿qué permite? ¿dónde termina? ¿Es también un derecho asimétrico y sólo sirve para Israel porque lo dice la Biblia? Los Qassam, los cohetes caseros que se fabrican en herrerías soldando a mano placas de metal, son ahora el argumento que emplea Israel para justificar su ataque a Gaza. El año pasado, estos temibles cohetes mataron a cuatro israelíes; tantos como bajas por fuego amigo ha desatado entre su propio ejército la enormemente desproporcionada operación de venganza de Israel. El derecho a defenderse es el nuevo talión: cien ojos por cada ojo, cien dientes por cada diente.

“Si alguien lanzara cohetes a mi casa, donde mis hijas duermen, haría todo lo que pudiese para detenerlo”, dijo Obama hace unos meses en su visita a Sderot, una ciudad israelí a un kilómetro de la frontera con Gaza. Podría haber dado el mismo discurso unos kilómetros más allá, al otro lado del muro que limita la cárcel más poblada del planeta: Gaza. Si alguien lanzara misiles, que no cohetes caseros, sobre la casa donde sus hijas duermen ¿qué haría Obama?.

De Escolar.net


diumenge, 11 de gener del 2009

L'altra multitud d'afectats

JOSEP MARIA Espinàs
En l'origen de la crisi actual segurament hi ha una sèrie de factors que jo evindentment ignoro. És més greu que els que en saben no hagin avisat a temps, i amb una àmplia difusió, de les perilloses conseqüències de com anava el món.
Aquest no és un article basat en la falta de visió dels responsables sinó en la sorpresa que provoquen algunes mesures que intenten reduir el desastre. Som molts els ciutadans normals que estem desconcertats, quan veiem, per exemple, que les administracions estatals han decidit ajudar indústries tan importants com la de l'automòbil. No parlo, ara, de les entitats bancàries, en les quals tothom hi ha posat, juntament amb els seus diners, la seva fe. Parlo del suport a empreses que tenen amos i reparteixen beneficis.
El criteri que es segueix per decidir quina empresa ha de ser ajudada és el seu volum. Un volum tan considerable com Ford, Chrysler, General Motors. Els estats europeus i l'espanyol també volen salvar els grans fracassats. L'operació costa milers de milions. Aquesta preferència per salvar els poderosos --els qui eren poderosos-- l'entenc molt bé. Són les empreses que compten amb tant de personal que, si es veuen obligades a tancar, milers i milers de ciutadans es quedaran sense feina. Un gran exèrcit d'aturats. Un terrible problema social i especialment visible.
Els alts directius d'aquestes històriques empreses --comprades i venudes entre si-- poden haver estat un cas d'imprevisió, d'ineficàcia o del que sigui, però els seus treballadors no en tenen cap culpa. Si aquests monstres s'ensorren, qui s'ensorra són les famílies que depenen d'un jornal.
O sigui que les botigues del meu barri, de tots els barris i de totes les ciutats, ho tenen molt malament. Un total de 50.000 obrers que siguin acomiadats de sobte és un escàndol. Però si són 50.000 treballadors els que han de tancar els seus milers de petits negocis, no rebran cap suport. ¿Quina és la lliçó de la història? No es pot ser petit, no es pot ser independent.
Els mals gestors de les grans empreses que fracassen acostumen a estar protegits --contractes blindats, en diuen-- però allò que ha estat mal gestionat era una gran indústria que afecta una modesta merceria, una sabateria o un bar. El propietari i l'empleat que tingui, ¿rebran alguna atenció de l'Estat?
Si jo em quedo sense lectors, ¿l'Administració pública me'n proporcionarà uns quants?
De El Periodico Catalunya ( 16/12/08 )

divendres, 9 de gener del 2009

Nana de Gaza

Carlos Piera
Qué guapa en la cuna, mi niña adorada,
para que la muerte cuando venga a verte
te encuentre acostada.

Cierra los ojitos, vida de mi vida,
para que la muerte cuando venga a verte
te encuentre dormida.

Duérmete, mi rosa,
para que la muerte cuando venga a verte
sea cariñosa.

Duérmete, ojos bellos,
si hay gatitos muertos por entre las ruinas
jugarás con ellos.

Duérmete, rubí,
y a ver si la muerte cuando venga a verte
se me lleva a mí.

Sempre perdedors

Joan Barril
Diuen que els gossos intueixen les desgràcies i ensumen la mort. Diuen també que els animals de l'illa de Ceilan van tenir l'instint de pujar muntanya amunt molt abans que el tsunami arrasés el litoral. Nosaltres no arribem a aquests extrems. Sabem que si fa fred i plou tindrem neu, i que la neu rellisca sota el cautxú dels pneumàtics. Però, malgrat tot, no dubtem de llançar-nos per aquestes carreteres fins a quedar encallats al voral. Sabem coses, però no utilitzem aquesta saviesa en defensa pròpia.
Només així s'explica la perplexitat amb què anem arrossegant-nos per aquesta crisi econòmica que va néixer de les trampes d'uns rics transatlàntics i que ara ha desembocat en un increment brutal de l'atur. Els mitjans de comunicació ens adverteixen del risc de deflació, però aquest concepte se'ns escapa. Primer ens van dir que els preus pujaven moltíssim i que d'això se'n deia inflació i que no era gens bo. Tot pujava, des de la gasolina fins a les maleïdes mongetes tendres. Ens encaminàvem tant al desastre que fins i tot el mateix president Montilla hi va intervenir per fer una crida al consum.
De cop i volta tot es va frenar i la gasolina va començar a caure. I la gent comuna, en la seva ignorància, va pensar que s'acostaven temps millors perquè la gasolina havia baixat més de 20 cèntims i els sopars de Nadal sortien més barats que l'any passat i que les rebaixes es prometien fastuoses, amb descomptes de fins al 70%. Si això era crisi, benvinguda la crisi, van pensar molts. Però ara resulta que la deflació ha estat massa ràpida i tot allò que ens sembla tan magnífic acabarà amb nosaltres, perquè, amb aquest 1,5% d'increment de l'IPC, ¿quina força tindran --si és que encara els queden forces i no els han acomiadat abans-- els treballadors per poder negociar els convenis?.
O sigui, que més val creure en l'home del temps que en l'economista de capçalera. Perquè, si les coses pugen, malament. Però si les coses baixen massa, més malament encara. Almenys sabem que una nevada s'acaba fonent i és un meteor universal. Això de l'economia, en canvi, ens crea massa sospites. Perquè cada vegada que es parla del perill d'inflació o de deflació no sabem què podem fer per evitar-ho, ni tampoc per a qui és el perill.
Res de nou. Continuarem sense saber qui guanya, però ens resignarem a saber que sempre perdem els mateixos. Fem el que fem, sempre perdem.
De El Periodico Catalunya

dijous, 8 de gener del 2009

L'existencia o no de Deu.....als autobusos

El autodiós. Isaías Lafuente
Dos organizaciones en torno a Dios se han lanzado a una guerra publicitaria para proclamar o poner en duda su existencia. La Unión de Ateos y Librepensadores ha financiado una publicidad en dos autobuses de Barcelona que reza - disculpen, quizás no sea el verbo más adecuado - : "Probablemente Dios no existe; deja de preocuparte y disfruta de la vida". La campaña nació en Londres y promete extenderse a otras ciudades españolas después de la experiencia de Barcelona. En Madrid, una Iglesia Evangélica ha reaccionado con una campaña semejante, también en los autobuses, en la que se proclama: "Dios sí existe, disfruta de la vida en Cristo". Recuerda la batalla dialéctica a aquella otra que se libró hace tiempo en las paredes de los retretes públicos en las que unos escribían: "Dios ha muerto. Firmado: Nietzsche"; y respondían otros, con una evidencia aplastante: "Nietzsche ha muerto. Firmado: Dios".
Al catálogo de mis múltiples dudas existenciales añado desde hoy otra sobre la eficacia de la publicidad en los autobuses como arma de evangelización o de contraevangelización. Aunque a diario comparto la parada del autobús con mucha gente que por encima de sus creencias reza para que el suyo llegue a tiempo o se acuerda de Dios cuando se retrasa más de lo debido, no creo que campañas como estas muevan un ápice los cimientos de sus convicciones. Aunque puestos a emprender guerras por la religión, prefiero estas ocurrencias incruentas que otras sangrientas cruzadas. Imagino, pues, que los únicos beneficiarios de esta tendencia serán los gerentes de las empresas municipales de transporte que asumirán felices como un milagro la llegada de tan peculiares campañas en estos tiempos de sequía publicitaria.
Porque viendo cómo anda el mundo, especialmente en el territorio cuna de las tres grandes religiones monoteístas, tan difícil me parece defender la existencia de Dios como proclamar de manera indubitada que demostrada su inexistencia se volatilizarán nuestras preocupaciones y disfrutaremos, como por ensalmo, más la vida. Eso sí que es tener fe a prueba de bombas.
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Teología de autobús. Luis del Val
Nunca traté a persona inteligente que me quisiera convencer de sus creencias o, por el contrario, que tratara de demostrarme lo razonable que resultaba el ateísmo. He tratado a mucha gente relacionada con la Medicina, con la Ciencia, con las Artes, judíos, católicos, protestantes y ateos, pero no tengo memoria de que esas personas, que habían alcanzado cotas de excelencia en sus actividades, hicieran ni siquiera un comentario despectivo sobre una religión o sobre la ausencia de creencias.
Parece que un grupo de ateos militantes quiere pagar una campaña publicitaria en los autobuses para tranquilizar a los ciudadanos, y que éstos se diviertan, porque Dios no existe. A mí me parece que se tranquilizarían mucho más si se les asegurase que no existen los inspectores de Hacienda o que el puesto de trabajo que todavía existe es duradero y permanente. Ante esta acción, tengo entendido que otros grupos religiosos pueden promover una campaña contraria, diciendo que todo el mundo esté tranquilo, que Dios existe, con lo que, al menos, la tranquilidad está garantizada para las compañías de autobuses que van a ver incrementar sus ingresos, gracias a estos esfuerzos publicitarios, a no ser que la economía siga en su camino hacia El. Que algo tan íntimo y tan complejo como la fe y la Teología pueda ser dirimido a través del autobús, proporciona una visión aproximada de la seriedad y sensatez de la propuesta. En tiempos de la República Española -recuperemos la memoria histórica- se puso a votación, en el Ateneo de Madrid, la existencia o no existencia de Dios. No es una boutade: es real y está documentado. La votación fue muy reñida, y ganó que el Ser Supremo no existía, por un estrecho margen de votos, tras lo cual el asunto quedó zanjado. Y, encima, los señores socios del Ateneo se ahorraron una pasta gansa en anuncios en los tranvías de la época.
De Siglo XXI

dimecres, 7 de gener del 2009

Los asesinos de niños y sus cómplices.

Ramón Cotarelo
Nada, nada, absolutamente nada, justifica el asesinato de niños. En la guerra o en la paz. En este mundo o en el otro. En estado de locura o en estado de cordura. Ayer, hoy o mañana. En la vida y en la muerte. Nada, absolutamente nada, ninguna razón o sinrazón, ninguna causa, verdadera, falsa, inventada o soñada. Nada, nunca, jamás. Nunca se podrá perdonar a quien asesina niños. Aunque se hunda el mundo, se abra la tierra, nos traguen los mares, estalle el sol o se pudra Jehová.

A esos individuos incalificables que ayer justificaban el asesinato de niños en Gaza en las radios y periódicos de la derecha sólo se me ocurre desearles algo: que nunca les maten a sus hijos y que por lo tanto sigan ganándose la vida tranquilos sin que, al parecer, los torture la conciencia.

Decían que desde la escuela en que los israelíes han asesinado a los últimos niños se disparaba contra las tropas invasoras. Decían que los milicianos de Hamás usaban a los niños como "escudos humanos". Mentira. La escuela estaba bajo protección de la ONU que había facilitado las coordenadas al ejército israelí para proteger a los refugiados que había en ella, no para que los masacraran.

Pero aunque fuese verdad ¿qué? Si te disparan desde un lugar en que hay niños, si los niños corren peligro, tendrás que ingeniártelas, hacer algo, buscarte la vida, cambiar tus planes. Cualquier cosa menos asesinar niños. Eso lo entienden todos los seres vivos excepto, al parecer, algunos supuestamente racionales.
De Palinuro

dimarts, 6 de gener del 2009

Es busca home d'Estat

JOSEP MARIA Espinàs

Aquest Nadal s'han complert 75 anys de la mort de Francesc Macià, president de la Generalitat de Catalunya des del 1931 fins al 1933. Havia nascut a Vilanova i la Geltrú el 1859 i va morir a Barcelona el 25 de desembre de 1933, en l'exercici del seu càrrec.
No detallaré el seu itinerari vital ni la seva actuació política. Només assenyalaré el cas molt notable d'un home que, dedicat a la carrera militar, en la qual arribà a tinent coronel, no acceptà el grau de coronel perquè havia descobert que allò que li toca és defensar els interessos de Catalunya. La imatge d'un notable militar espanyol que passa a ser un rotund nacionalista català és un fet extraordinari.
Algun articulista ja ha fet l'elogi d'un senyor que va ser capaç de mobilitzar en molt poc temps la voluntat d'autogovern d'un poble. És evident que es va guanyar l'autoritat i, alhora, l'afecte dels ciutadans. Era una persona íntegra i audaç. Amb els anys, va mantenir un aspecte distingit i la gent va començar a dir-li l'Avi.
Amb motiu dels 150 anys del seu naixement, que es compleix aquest any, s'han publicat alguns comentaris sobre aquella figura, però no he vist --o m'ha passat per alt-- que ningú el qualifiqués d'"home d'Estat", un qualificatiu que s'aplica sovint, amb més o menys justificació, a personatges diversos.
La veritat és que és difícil definir què és un home d'Estat. I no ens podem refiar ni de diccionaris ni d'enciclopèdies, perquè no hi apareix. Hi trobem "home de mar", "de con- sell", "de vila", "de valor", "de palla", fins i tot "home del sac". Si home d'Estat no té definició acadèmica, és difícil identificar-lo en la realitat.
En el ban que va proclamar la República, Macià deia: "Esperem que cada català, com tot altre ciutadà resident a Catalunya, es faci càrrec de l'enorme responsabilitat que en aquests moments pesa sobre nosaltres". I acabava així: "Per Catalunya, pels altres pobles germans d'Espanya, per la fraternitat de tots els homes i tots els pobles". Francesc Macià proclamava "la República Catalana com a Estat integrat a la Federació de Repúbliques Ibèriques". La idea va fracassar. Però un home d'Estat no és només qui governa, sinó qui té una convicció profunda de quin és el seu paper, dels objectius que exigeix la situació de l'Estat. Això és, potser, un home d'Estat. ¿N'hi ha hagut algun des de la transició? És possible que una determinada visió personal i valenta de Catalunya i Espanya hagi quedat ofegada pel partidisme.

De El Periodico de Catalunya