diumenge, 1 de febrer del 2009

Xavier Sala Martin

Cuando las cosas iban bien . 17/08/08

Por fin el gobierno de España ha aprobado un paquete de medidas económicas contra esa crisis económica que, según el presidente Rodríguez, no existe. Ahora bien: si no hay crisis, ¿a qué vienen las medidas? Supongo que a los ministros les debe entrar un sudor frío cuando piensan en lo que pasará el 31 de Agosto, cuando el último turista vuelva a su casa y lo comparan con lo que pasó el día que el último turista abandonó Barcelona después del glorioso verano olímpico de 1992. Esa comparación les ha hecho tan poca gracia que han adoptado 24 medidas preventivas. La pregunta es: ¿solucionarán el problema esas medidas? Claro que una pregunta previa es: ¿cuál es el problema que se intenta solucionar?

En mi opinión, la economía española ha arrastrado no uno sino dos grandes problemas durante los últimos años: el excesivo peso de la construcción y la falta de productividad. Los continuos aumentos de precios de la vivienda hicieron que millones de familias compraran inmuebles a modo de inversión Recuerden lo que decían convencidos: “a diferencia de la bolsa, el tocho no baja”. Para satisfacer toda esa vorágine de familias disfrazadas de maligno especulador, las constructoras construyeron y construyeron hasta convertirse en principal motor de la economía del país. El 19% del empleo creado durante la última década era de la construcción (en Estados Unidos, la cifra sólo era del 4%) cosa que comportó una peligrosa concentración económica en un negocio que sabíamos que se paralizaría en cuanto los precios dejaran de subir. Y la burbuja se desinfló. Y el motor se paralizó.

El segundo y quizá más preocupante problema es el gargantuesco déficit exterior: España compra 100.000 millones de euros más de lo que vende y eso representa el 9,4% del PIB. Ese déficit exterior es, junto con el griego, el más grande de Europa y casi dobla el tan criticado déficit exterior de los Estados Unidos que sólo llega al 4,8% del PIB.

Para entender por qué el déficit exterior es preocupante permítanme una pequeña lección de economía: el déficit exterior es la diferencia entre la demanda y la oferta. Cuando una economía consume (o demanda) más recursos de los que produce (u ofrece), la diferencia tiene que ser comprada en el exterior. A eso se le llama déficit. Si, por el contrario, la economía produce más de lo que la gente del país compra, la diferencia debe ser vendida en el exterior y eso se llama superávit. El hecho de que la economía española tenga uno de los déficits exteriores más grandes del planeta tierra (y seguramente uno de los más grandes del sistema solar) quiere decir que o bien España compra demasiado o bien vende demasiado poco.

¡Y no! No vale decir que no es que España compre demasiado sino que, al tener que importar todo su petróleo, la factura de importaciones se ha disparado con el aumento del precio del crudo. Eso puede ser verdad… pero no explica por qué España tiene un déficit galáctico y no lo tienen otros países que también importan su petróleo como Alemania, Austria, Finlandia, Holanda, Suecia o Suiza, que no tienen déficits sino superávits de 6,4%, 2,9%, 4,5%, 5,9%, 7,9% y 13,9% del PIB respectivamente.

Si el déficit es la diferencia entre demanda y oferta, es obvio que sólo hay dos maneras de eliminarlo: reducir la demanda o aumentar la oferta. De cajón. Reducir la demanda en un 9,4% del PIB quiere decir que familias, empresas o gobierno tendrán que gastar menos. Eso implica una recesión económica catastrófica. No es lo que persigue el gobierno. Supongo. Ahora bien, si no quieren reducir la demanda, la única alternativa es aumentar la oferta haciendo que las empresas produzcan más con los mismos recursos. Es decir, “aumentando la productividad”. Problema diagnosticado y aquí es donde quería llegar. La pregunta clave es: ¿contribuyen las medidas adoptadas por el consejo de ministros a aumentar la productividad? Pues algunas, claramente, no. Destinar 10.000 millones a impulsar la vivienda protegida no sólo no aumenta la productividad sino que es un intento burdo de salvar a empresas constructoras en un momento en el que España debería reducir el peso de la construcción en el global de su economía. En el mismo sentido, las regulaciones medioambientales sobre energías renovables y lucha contra el cambio climático tampoco aumentan la productividad sino más bien al contrario.

Por otro lado, las propuestas de reducción de la fiscalidad –como la supresión del impuesto sobre el patrimonio-, el fomento de la competencia en transporte de mercancías por ferrocarril, el reforzamiento de la independencia de los reguladores, la flexibilización de la ley de arrendamientos y, sobre todo, la agilización de trámites para la creación de empresas, son medidas que, a medio plazo, sí contribuirán a la productividad.

El problema de esas medidas es que se quedan cortas. Para aumentar de verdad la competividad empresarial es urgente incrementar la calidad del capital humano a través profundas reformas educativas, introducir más meritocracia en el empleo, fomentar la innovación sin confundirla con gasto en I+D, flexibilizar las mentes de los jóvenes para que sean más movibles sectorial y geográficamente y sean menos burócratas y más emprendedores, y seguir reduciendo los enervantes obstáculos burocráticos. Todas esas medidas son importantes. Pero claro, son tan importantes, que no deberían haberse tomado en un urgente consejo de ministros del mes de Agosto. Deberían haberse tomado antes. Mucho antes. Cuando las cosas iban bien.
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Neo-intervencionismo .17/11/08

Parece que se ven luces al final del túnel de la crisis. Lamentablemente, se trata de los faros de un camión que viene de cara. Un camión conducido por Sarkozy y un grupo de políticos neo-intervencionistas, con Rodríguez Zapatero de polizonte, que dicen querer “refundar” el capitalismo.

Dejando de lado el hecho de que el capitalismo ni lo fundan ni lo refundan los políticos sino los millones de ciudadanos que tomamos decisiones libres diariamente (ésa es la gran diferencia con aquellos sistemas económicos fracasados que fueron creados desde el estado), los neo-intervencionistas operan bajo dos premisas falsas: La primera es que la crisis financiera ha sido causada por la falta de regulación. En el artículo Crisis (1): Qué ha pasado (LV 13 de Octubre), expliqué que las causas deben ser buscadas en la política monetaria de bajos tipos de interés de Greenspan en el 2001, en la intromisión del congreso norteamericano que indujo a entidades semi-públicas como Freddie Mac y Fannie Mae a asegurar créditos a familias subprime y a una regulación financiera , basada en la convención de Basilea, que permitía a los bancos crear entidades paralelas, los “conduits”, con balances separados (cosa que permitió a los bancos multiplicar los créditos concedidos de manera ilimitada) y que obligaba a los bancos a sacarse los créditos de encima cuando el valor de sus garantías bajaba, cosa que provocó la espiral negativa de ventas y caídas en bolsa. La crisis, pues, no fue causada por falta de regulación. La regulación existía y existe pero, no sólo no ha evitado la crisis sino que ha contribuido a generarla y agravarla.

La pregunta clave es: ¿por qué ha fallado la regulación existente? La respuesta es que los políticos que escriben las reglas son incapaces de prever por dónde vienen las crisis. Es muy fácil criticar al entrenador el lunes por la mañana. Y es muy fácil ahora reescribir las normas de Basilea, obligar a que las contabilidades de los bancos y los “conduits” se hagan de manera conjunta, forzar a que la valoración de capital no se haga a valor de mercado para no obligar a vender cuando la cotización baja. El problema es que todo eso será demasiado tarde para solucionar la crisis del presente… y no resolverá las del futuro. Porque las próximas crisis ni van estar causadas por familias subprime, ni van a tener que ver con “conduits” o “credit default swaps”. ¿Por dónde van a venir? Pues no lo sé. Nadie lo sabe. ¡Ése es el problema!

La segunda premisa es que los neo-intervencionistas piensan que se puede evaluar la bondad de un sistema económico analizando sólo las crisis e ignorando sus aspectos positivos. El sistema económico que se quiere reformar ha dado lugar el crecimiento económico mundial más espectacular de la historia. Desde Estados Unidos hasta China, pasando por India, América Latina e incluso África, ese progreso económico sin precedentes ha permitido reducir las tasas de pobreza como nunca antes había sucedido en toda la historia de la humanidad.

Si no se tiene en cuenta la parte positiva, corremos el riesgo de que los neo-intervencionistas “refunden” el capitalismo para evitar crisis pasadas, que no lo consigan y que, en el proceso, se carguen algunos los motores del progreso. Y es que la razón principal que explica el fuerte crecimiento de los últimos años es la innovación llevada a cabo por miles de pequeños emprendedores cuyas ideas debían parecer locuras antes de hacerse realidad: desde Microsoft hasta Intel, pasando por Google, Starbucks, docenas de empresas de telefonía móvil o Youtube, las ideas de todos esos emprendedores debían parecer tan “excéntricas” que ningún banco tradicional las hubiera querido financiar. Gracias a Dios, además de bancos tradicionales el sistema había creado instrumentos que permitían financiar empresas de alto riesgo, y eso posibilitó el progreso tecnológico.

Un micro-cosmos que refleja las ventajas e inconvenientes de la regulación lo tenemos en España, cuyo sistema financiero ha sido alabado por su rigidez reguladora. Sí. Es cierto que el Banco de España impidió a los bancos comprar activos tóxicos, cosa que evitó el contagio procedente de Estados Unidos. Pero también es cierto que no previó que la crisis en España llegaría por otro lado y permitió que los bancos se expusieran exageradamente al sector inmobiliario… y ahora eso lo van a pagar. Es más, la extrema prudencia impuesta al sistema financiero contribuyó a que la tasa de innovación en España fuera preocupantemente baja al no poder asumir los riesgos necesarios para financiar nuevas y arriesgadas tecnologías. Dicho de otro modo: si Sergey Brinn y Larry Page hubieran sido españoles, Google nunca hubiera sido una realidad porque ningún banco español hubiera financiado una idea tan aventurada. España ha podido disfrutar de progreso tecnológico única y exclusivamente porque ese progreso tuvo lugar en el extranjero. Si no fuera por ello, España estaría anclada en 1970. Y, si como algunos proponen ahora, todo el mundo tuviera el sistema financiero español, quizá hubiéramos evitado la crisis de las subprime, pero el mundo entero estaría anclado en 1970. Y eso hubiera sido muy malo.

La crisis financiera será pasajera, pero sus secuelas pueden ser catastróficas y permanentes si dejamos que la batalla intelectual sea ganada por los políticos que conducen ese camión que nos viene de cara y que aprovecharán la ocasión para imponernos sus fobias antiliberales sin tener en cuenta los peligros del neo-intervencionismo.
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Crisis Financiara .
11/01/09

Por mucho que el gobierno dé las culpas a la situación financiera internacional, la crisis española es made in Spain. Cuando España era un país pobre, basó su crecimiento en productos baratos porque los salarios y, por lo tanto, los costes de producción eran bajos. A medida que crecía, los salarios subían y la competitividad desaparecía. Al no poder competir vendiendo productos más baratos que los demás, España tenía que innovar. Pero nunca lo hizo. En lugar de ello, intentó perpetuar la situación contratando a inmigrantes pobres, cosa que no hacía más que retardar las reformas: gracias a que los inmigrantes aceptaban salarios miserables, las empresas no tenían incentivos a invertir en tecnología o transformarse hacia actividades de mayor valor añadido.

La burbuja inmobiliaria también contribuyó a que no se hicieran reformas. Por alguna razón se generalizó la idea de que la vivienda era una inversión segura (“el ladrillo nunca baja”, decían, ¿lo recuerdan?) y todo el país se dedicó a comprar casas. Eso hacía subir el precio lo cual, además de “confirmar” aquello de que el ladrillo nunca baja, incentivaba a constructores a edificar como locos. Entre un 15 y un 19% del crecimiento español llegó a depender de la construcción (el 4% en EEUU). El problema es que ese crecimiento sólo se podía mantener si los precios seguían subiendo y la histeria colectiva que los hacía subir tenía que llegar algún día a su fin. Y al final, eso fue lo que pasó, el ladrillo dejó de ser una buena inversión, la gente dejó de comprar, las constructoras e inmobiliarias dejaron de contratar y, ahora, y una parte importante del PIB va a desaparecer.

¿Qué tiene que ver eso con la falta de innovación?: ¡la complacencia! Mientras las cosas iban bien, nadie veía la necesidad de llevar a cabo las dolorosas reformas que habrían fomentado la innovación. Pero ahora que ha acabado el boom de la construcción: ¿exactamente qué producirá España? Silencio sepulcral.

La monumental borrachera de la construcción ha dejado dos resacas importantes. Por un lado, una deuda inmobiliaria que ronda los 300.000 millones de euros (¡el 27% del PIB!) Eso es un problema serio porque los ingresos de ese sector en la actualidad son casi nulos. En consecuencia, la banca (¡si!, esa banca tan segura gracias al gran sistema regulador español), se va a tener que quedar con viviendas, solares, edificios a medio construir, y ciudades fantasma en la Costa del Sol. Una parte será revendida… pero a precios de saldo. Si, siendo optimistas, recupera el 66% en términos reales, el agujero final será de unos 100.000 millones de euros. Casi el 10% del PIB.

Por otro lado, ha quedado un déficit exterior que también ronda el 10% del PIB. Simplificando, el déficit es la diferencia entre la demanda y la oferta agregadas: si la gente quiere comprar (demanda) más de lo que produce (ofrece), la diferencia debe ser comprada en el extranjero. Visto así, el déficit sólo se puede corregir de dos maneras: disminuyendo la demanda o aumentando la oferta. Así de simple. El problema es que reducir la demanda quiere decir que familias, empresas y gobierno gasten un 10% menos. Es decir, una recesión económica del 10% del PIB relativo al potencial. No sabemos si esa caída se producirá durante el 2009 –como Indonesia en 1997 o Argentina en 2000- o si habrá una caída más lenta pero mucho más larga –como ocurrió en Japón entre 1990 y la actualidad. Pero de un modo u otro la caída ocurrirá… a no ser que aumente la oferta. Es decir, que aumenten la productividad y competitividad empresarial.

Lo que nos lleva a las medidas de política económica. Si el gobierno quiere evitar una catástrofe, debe concentrarse en el fomento de la productividad. No hay alternativa. Para ello debe llevar a cabo tres tipos de acciones. Primero, hay que liberalizar rápidamente la oferta: reducir costes burocráticos, eliminar regulaciones caprichosas o rebajar costes fiscales relacionados con la producción, contratación e inversión.

Segundo, si se quieren tomar medidas de “corte keynesiano” para luchar contra la crisis, seleccionar aquellas que tengan un mayor efecto sobre la productividad. Ejemplos: (1) una política fiscal expansiva a base de reducción de impuestos que hagan a las empresas más competitivas hoy es mejor que un aumento del gasto público que conlleve mayores cargas fiscales futuras; (2) Cuando se escoja entre diferentes tipos de infraestructuras, que se elijan las que generen mayor competitividad e innovación; (3) Antes de rescatar o ayudar a un sector, que se pregunte si es un sector de futuro o de pasado o si se instaló en España porque buscaba salarios bajos; (4) En lugar de buscar gasto público adicional, que el gobierno considere pagar las deudas que tiene con miles de empresas que viven financieramente ahogadas por culpa de su perniciosa y pertinaz morosidad.

Tercero, deben empezar a introducirse aquellas reformas que no van a tener efectos a corto plazo pero que son fundamentales para la competitividad a la larga. Entre ellas, la transformación del sistema educativo para fomentar la creatividad y el espíritu emprendedor de los jóvenes, la transformación del sistema financiero para que sea capaz de financiar proyectos de innovación o la erradicación de los excesos intervencionistas en sectores clave.

La hecatombe económica puede y debe ser evitada. Sólo es cuestión de que el gobierno abandone el comportamiento. errático demostrado en 2008 y haga las cosas bien. La hora de la verdad ha llegado a España

De La Vanguardia

La realidad muerde

Germa Bel. 09/12/08
Los alegatos contra la falta de liquidez que oprime a la economía han amainado, después de que en la reciente subasta de activos del Tesoro quedase más de la mitad de los fondos sin asignar. El problema fue, sobre todo, que para muchos interesados el tipo de interés (precio del dinero) exigido fue demasiado alto. Es decir, el subsidio público ofrecido no era bastante grande. Y como cuando algo no es escaso, el precio debe bajar. Los analistas más perspicaces han podido comprobar que el problema es mucho más de solvencia que de liquidez. Otro mordisco de la realidad: contra lo que podía parecer dado el ruido imperante, el volumen de créditos concedidos por el sistema financiero en los últimos doce meses ha crecido, aunque es verdad que a tasas inferiores a las de años previos. Esto es compatible con que algunos sectores -como la construcción- reciban menos. Pero eso no significa que haya menos liquidez global, sino que la insolvencia en esos sectores ha crecido mucho, tras una época feliz e insostenible. ¿Quién va a correr con el riesgo de (re) financiar proyectos que -con gran probabilidad- están abocados al fracaso?

Por supuesto, subsisten voces potentes, con poder económico e influencia política, que insisten en la tesis de la liquidez para justificar líneas de ayudas. Temo que en muchas ocasiones tales apelaciones buscan dar oxígeno a proyectos empresariales insostenibles que se fundamentan en planes de negocio basados en gran endeudamiento a un coste muy bajo que no volverá. ¿Qué hacer? Contra lo que a veces se sostiene, en casos como estos puede ser preferible pagar prestaciones por desempleo que subvencionar la continuidad artificial de empleos. Primero, porque mantener artificialmente un puesto de trabajo puede ser bastante más costoso que pagar una prestación por desempleo. Segundo, porque el empleo artificial dejará de existir cuando no sea viable seguir con los subsidios. De hecho, hay ya estimaciones muy serias que sitúan por encima del 8% del PIB el déficit en España para el 2010, dados los compromisos adquiridos y el efecto de los estabilizadores automáticos.

Por supuesto, los gobiernos deben aumentar su activismo fiscal. Obras públicas que sean necesarias -e intensivas en mano de obra- y transferencias de rentas a los ciudadanos en peor posición -los más afectados por la crisis- son propuestas razonables en este momento. Pero sería deseable evitar la tentación de los subsidios a todo tren, sea bien por hiperactivismo gubernamental, o bien por la capacidad de persuasión de sectores con mucho poder de negociación e influencia. Desde luego, no es nada fácil acertar con las medidas que mejor ayuden a salir de la crisis. Pero el conflicto distributivo sobre el reparto de los sacrificios de la crisis (y el pago futuro de sus costes) no debería saldarse en contra de los más débiles, que son quienes recogieron menos beneficios en la época de vacas gordas.

De La Vanguardia

Capitalisme sense capital?

Ramon Tremosa i Balcells
Eurodiputat per CiU

Mai com ara no hi ha hagut tanta liquiditat (diner en efectiu) injectada pels bancs centrals al sistema bancari i mai com ara no hi havia hagut tanta liquiditat congelada o petrificada als balanços dels bancs i de les caixes. Ja sigui atresorada a les caixes fortes del sistema bancari, per reforçar-ne la solvència,o bé esmerçada a comprar actius a les empreses immobiliàries a les quals han prestat diners, per evitar-ne la fallida, ara resulta que no hi ha prou liquiditat per renovar crèdits ja existents a moltes petites i mitjanes empreses solvents del país. Si als anys vuitanta molts bancs espanyols es van empassar grans indústries en fallida, la lenta digestió de les quals va fer molt més llarga la sortida de la crisi econòmica, ¿els bancs i les caixes estan fent el mateix amb la construcció? ARA TOTS HEM DE CÓRRER A RESCATAR la constructora Sacyr de Luis del Rivero, l’amic de Zapatero, per evitar una suspensió de pagaments cantada (18.000 milions de deute acumulat)que arrossegaria principalment el Banco Santander (1.154 milions) i Caja Madrid (933milions). Del Rivero va venir en plena cresta de l’onada al Cercle d’Economia a explicar als empresaris catalans quehaviacompratun20%de Repsol sense tenir un euro, tirant-los en cara la seva prudència malaltissa i la seva por provinciana al palanquejament ( deute en relació als fons propis); nova dir, però, que sense un Estat com a xarxa de protecció no es pot fer d’empresari trapezista. Avui Sacyrexigeixvendreelseu20%deRepsol al preu que va pagar, 27€ per acció, quan Repsol va tancar dimarts a 14€, sense assumir cap pèrdua en el seu balanç. I se senten veus al PSOE que demanen que l’ICO o la SEPI compri el20%de Repsol per rescatar Sacyr, fet que comportaria retallar més inversions públiques i més polítiques socials que es regategen als catalans. ¿El govern català no té res a dir sobre això? Acciona, Sacyr i Endesa deuen més de 55.000 milions d’euros per les seves compres d’Endesa, Repsol i Iberdrola. I així, el nostre sector energètic es troba avui en una posició molt vulnerable i sense accionistes estables: coses que passen per lliurar l’energia del país als constructors per preservar-ne “l’espanyolitat”. Sort que a Madrid no són nacionalistes! Els catalans, però, avui estem dins d’una casa que pot caure’ns al damunt.
EL NOSTRE SISTEMA ECONÒMIC ES BASA en el crèdit bancari i per això ara la seva sobtada reducció està comportant conseqüències dramàtiques. El sistema financer, que canalitza l’estalvi cap a la inversió, s’ha col·lapsat en part. Els bancs i les caixes redueixen el crèdit per sobreviure i els Estats actuen desesperadament: assumint riscos molt alts per garantir que rutllin les economies posen en perill la seva solvència futura. L’estalvi fuig cap a la renda fixa tot i que la seva rendibilitat és molt baixa i per això baixa la borsa: no hi entren compradors. De diner per entrar-hi n’hi ha molt, sobretot en fons sobirans de països emergents, que saben
que el temps juga a favor seu.
Entre el 1929 i el 1932 es va produir una caiguda d’un 25% de l’oferta monetària (quantitat de diner) i d’un 25% del nivell de preus i la taxa d’atur va pujar del 3%al 23%. La disminució de l’oferta monetària no va provenir pas d’una reducció de la base monetària (bitllets i monedes), que va augmentar, sinó d’una crisi de confiança en el sistema bancari: les fallides bancàries van provocar retirades massives de dipòsits i el coeficient d’efectiu (efectiu en mans del públic en relació als dipòsits bancaris) va passar entre el 1929 i el 1932 del 17% al 41%. Per bé que els bancs centrals creen bitllets i monedes, aquesta base monetària només representa d’un 10 a un 15% de l’oferta monetària. Tota la resta és diner bancari, el diner que creen els bancs: no pas imprimint bitllets com havien fet sempre fins al segle XIX (quan els bancs centrals públics en passen a monopolitzar l’emissió), sinó convertint molt ràpidament dipòsits captats en crèdits atorgats. I així una mateixa quantitat de bitllets pot, circulant molt ràpidament gràcies als eficients sistemes bancaris moderns, finançar moltes transaccions. Entre el 1929 i el 1932 el procés de creació de diner bancari, però, es va invertir: les retirades de dipòsits van provocar una caiguda dels crèdits que va reduir l’oferta monetària i van originar la deflació. A diferència dels anys 30 ara es rescaten bancs i es garanteixen dipòsits bancaris; avui, però, s’injecta, com als anys 30,més i més base monetària que no s’està convertint en crèdits ni arribant a les empreses. I si el crèdit cau perquè la confiança triga molt a restaurar-se també disminuirà l’oferta monetària.
L’ECONOMIA ÉS IMPREVISIBLE, PERQUÈ els homes també ho són. Cada dia milions d’empreses i de persones prenen decisions d’inversió i de consum impossibles de predir el dia abans. Fa sis mesos, per exemple, milions de persones a tot el món tenien previst de renovar el seu cotxe abans de final d’any.Ara s’estan ajornant moltes renovacions, perquè la crisi de confiança del sistema financer s’ha encomanat a l’economia real... Cal evitar de caure en el pou d’un capitalisme sense capital.

27/11/08
de l'Avui